Jacques Bernard de Molay (1244,- 18 de marzo de 1314). Noble franco y último Gran Maestre público de la Orden del Temple. (1293-1314)
Estudiosos nobiliarios incluyen a Molay en la genealogía de Lonvy, al ser Molay una población del Señorío de Rahon, propiedad del padre de Jacques de Molay.
Jacques Bernard de Molay nació en Borgoña entre 1240 y 1244 (aunque hay ciertas versiones que especifican que fue en el año 1243 y otros en el 1244, en la ciudad de Vitrey, departamento de Haute Sâone), hijo de Juan, Señor de Lonvy, heredero de Mathe y Señor de Rahon, gran población cerca de Dôle, de la cual dependían muchas otras, pero principalmente Molay, y esta a su vez, era una parroquia de la Diócesis de Besançon, en el Deanato de Nenblans.
En 1265, en la ciudad de Beaune (Francia) se unió a la Orden del Temple, recibiéndole el Fraile Imbert de Perand, visitador de Francia y del Portu, en la capilla del Temple de la residencia de Beaune.
En 1293, figura con el título de Gran Maestre tras la muerte de Thibaud Gaudin el 16 de abril de 1292. Así se convirtió en el 23° y último Gran Maestre público. De aquí en mas la Orden paso a ser una sociedad secreta.
Tras su elección, que tuvo lugar sobre el 20 de abril de 1292, Jacques de Molay prometió reformar la orden para adaptarse a la situación que prevalece actualmente en la Tierra Santa.
En la primavera de 1293, dejó Rouen para un viaje de tres años al oeste de Francía, para la celebración de dos capítulos generales de la orden, primero en Montpellier en 1293 y luego en Arles en 1296. Su viaje lo llevó a Provenza pero también se acerco a Cataluña, Italia e Inglaterra. Le costó tiempo poder solucionar varios problemas internos y locales, pero su propósito principal fue solicitar la ayuda de los gobernantes y de la Iglesia para la reconquista de Tierra Santa, fortalecer la defensa de Chipre y la reconstrucción de la Orden de los Templarios y sus fortificaciones.
En el año 1.305 llegó a París con un gran séquito de Caballeros y un gran tesoro de ciento cincuenta mil florines y diez mulas cargadas de plata
Organizó entre 1293 y 1305 múltiples expediciones contra los musulmanes y logró entrar en Jerusalén en 1298, derrotando al Sultán de Egipto, Malej Nacer, en 1299 cerca de la ciudad de Emesa.
En 1300 organizó una incursión contra Alejandría y estuvo a punto de recuperar la ciudad de Tartus, en la costa siria, para la cristiandad.
En septiembre de 1302 los Templarios fueron expulsados de Ruad por fuerzas de los mamelucos egipcios.

« ”Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir.” “Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!… A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año…”»
En el plazo de un año, dicha maldición supúsose que comenzaba a cumplirse, con la muerte de Clemente V († 20 de abril de 1314); de Felipe IV (según Maurice Druon, a causa de un accidente cerebrovascular durante una expedición de caza el 29 de noviembre de 1314) ; y finalmente de Guillermo de Nogaret (envenenado ese mismo año).
VERSION DOS
Noble franco y último Gran Maestre público de la Orden del Temple.
Todo comienza cuando Jacques de Molay, el gran maestre de la Orden de los Caballeros Templarios es conducido a la hoguera el 18 de marzo de 1314.
En la segunda sesión del Concilio de Vienne el rey de Francia Philippe IV «le Bel» se encuentra sentado junto al pontífice Clemente V. Solemnemente se da lectura formal a la Bula de supresión de la Orden de los Templarios – los monjes-soldados – Orden que había sido aprobada por la Iglesia de Roma en el Concilio de Troyes del año 1128.
La iniciativa de la persecución a que fue sometida la Orden partió del rey de Francia cuando súbitamente, de forma inesperada y bien coordinada, arrestó en sus domicilios a prácticamente todos los caballeros templarios de Francia al amanecer del día 13 de octubre de 1307. El Rey les había convocado en París el 12 de octubre para los solemnes funerales de su cuñada Catherine de Courtenay, y al amanecer del día siguiente asestó el golpe definitivo en la capital y en todos los rincones del Reino. Pero fue personalmente la Comisión papal de Clemente V quién llevó a cabo la instrucción formal del caso. Los tres legados del Papa que formaban la comisión investigadora fueron los cardenales Berenguer Fredol, Etienne de Suisy y Landolfo Brancacci. El pergamino «papel de Chinon» que redactó la comisión los días 17 al 20 de agosto de 1308 ha sido descubierto en el Vaticano, luego de recibir una carta firmada por el Templi Secretum y la Noble y Ancestral Orden de los Caballeros Templarios, hecho que lleno los pasillos del vaticano de un profundo desconcierto. Lo notable fue que, la carta, pedía hacer público este documento ocultado por la iglesia y limpiar el nombre de la Orden y los Templarios, como así también el nombre de María Magdalena como «prostituta de los evangelios», cosa que ocurrió, cuando el Papa anuncio que llamar a Maria prostituta, fue una gran calumnia, que tiene su origen en un «error» de traducción de los evangelios.
* Amplia informacion en mi libro Templarios Hijos del Sol, edición I (2014) y II de (2019).

Los aspectos «policiales» y las torturas las llevó a cabo el Rey con los hombres de su canciller Guillaume de Nogaret. Tras la lectura de la Bula de supresión de la Orden el 22 de mayo de 1312, el pontífice de Avignon explica:
«Sin duda, los procedimientos seguidos contra la Orden no permiten condenarla canónicamente como herética en sentencia inapelable. Sin embargo, dado que las herejías que se le imputan la han difamado, tal como lo han reconocido un número importante de sus miembros, y dado que todo ello fundamenta sospechas contra la Orden, y que ya en adelante nadie querrá ser miembro de la misma, y para el bien de los asuntos de Tierra Santa, a medias entre aquellos que quieren la condenación de la Orden y aquellos que quieren ver desestimadas las acusaciones, nosotros tomamos la vía de provisión y ordenanza, y así suprimimos la Orden por sanción inapelable».
Claro esta, para este entonces, la Orden hacia décadas que era independiente del Vaticano, por ende la Orden existía mas allá de sus designios y no tenían poder alguno sobre ella. Lo que obligo a la Orden a pasar a ser una sociedad secreta desde aquellos tiempos a la fecha.
Es una decisión diplomática del Papa, este evitó reconocer ningún mal por parte de la Orden, por consiguiente, no la condeno, simplemente se dejo en suspenso y luego fue suprimida.
Los bienes de la Orden tampoco pasan a la corona de Francia como se ha escrito. Por lo menos eso dice la versión oficial. Según ella, el Rey había renunciado expresamente a este patrimonio y el Pontífice tomó la decisión de atribuir el importante patrimonio de la Orden Templaria a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, HOY ORDEN DE MALTA, excepto en Aragón, Castilla y en Portugal en donde el patrimonio de la Orden fue atribuido a otras órdenes particulares en lucha de reconquista contra los moros.
Los bienes siguieron en Navarra la misma suerte que en Francia. En cualquier caso, la contabilidad de los Templarios no fue cerrada hasta después de la muerte del rey de Francia (noviembre 1314).
Hacía casi 130 años que los Templarios habían salido de Jerusalén instalándose en Europa. El trabajo, disciplina, sentido de la organización, constancia, internacionalización de sus actividades y seguramente un ansia de poder de sus miembros, había hecho de la Orden un poder creciente en las sociedades europeas. Y muy especialmente en Francia. Hasta el punto de que llegaron a constituir la primera organización que comercia institucionalmente con el dinero, imaginando y creando para ello nuevos instrumentos financieros cambistas y de reconocimiento de depósito, ahorro y deuda, hasta entonces poco conocidos en el mundo.
Existía la creencia popular de que la fortuna acumulada por la Orden era fabulosa. Se pensaba que tenían un misterioso tesoro escondido con el Santo Grial, el cáliz del que bebieron Jesús y sus discípulos en la Última Cena.

¿Pudo el monarca francés sentirse amenazado por una Orden cada vez más poderosa, cada vez más cercana a la médula del poder económico civil, cada vez más «secreta»? O bien, ¿temió el monarca francés que el pontificado pudiera llegar a hacer uso de esta fuerza creciente de la Orden para alejarse de la tutela a que le tenía sometido el Rey, especialmente después de haber llevado la sede del papado a Avignon?
O simplemente, como han insinuado repetidamente los historiadores ¿convendría al Rey de Francia – con toda probabilidad fuertemente endeudado con los Templarios – ver desaparecer la Orden y con ello sus gravosas obligaciones crediticias?
Después de todo Philippe IV «le Bel» había mostrado constantemente su preocupación por la necesidad de reforzar sus finanzas. Desde 1306 los señores feudales ya no tuvieron libertad de emitir moneda, pudiendo hacerlo solamente el Rey. También los bienes de los judíos fueron confiscados. Su consejero en asuntos de hacienda fue ejecutado a la muerte del Rey. El ataque a la Orden bien pudo haber tenido motivaciones de índole financiera.
El Rey, con acusaciones de Esquin de Floyran, conduce una investigación que le permite difundir graves sospechas sobre la ortodoxia y la moralidad de la Orden. Se obtienen testimonios sobre la existencia de doctrinas que reniegan de Cristo y prácticas rituales – el gesto sacrílego de escupir a la cruz de Cristo en ceremonias ocultas – que pueden calificarse de herejías, incluso de homosexualidad y en base a ello, sigilosamente y de forma simultánea, manda arrestar a todos los miembros de la Orden allá donde se encontraran en Francia.
Esta tarea la lleva a cabo con tal eficacia, prontitud y buena coordinación que pocos miembros escapan, o como dicen los otros historiadores, la Orden del Temple, simplemente dejo que el Rey siguiera su estrategia, ellos ya sabían de la movida y dos días antes, los máximos líderes y el tesoro ya habían partido de sus puertos en el sur de Francia hacia tierras desconocidas. Claro esta, para que este plan tuviera éxito, los líderes «públicos», debieron martirizarse y quedarse atrás para que la Orden sobreviva.
Se abren los interrogatorios y con ellos las torturas, dirigidos por el canciller real Guillaume de Nogaret. Hasta que Clemente V – un pontífice instalado en Avignon por el Rey – decide personalmente tomar la instrucción dentro de los procedimientos eclesiásticos hasta la proclamación de la Bula citada de supresión de la Orden en el Concilio de Vienne.
Jacques de Molay, de 71 años de edad, príncipe de la cristiandad, padrino de un hijo del rey de Francia, muestra señales de cansancio tras 7 años de prisión, incluso desequilibrio mental. Sin duda una profunda depresión y decepción le invade. Tras la Bula papal la Orden ha quedado suprimida en 1312 pero existen responsabilidades que el Rey desea sean depuradas. Todo está preparado para que en el gran juicio – el Pontífice nombra a tres Cardenales jueces de la Santa Iglesia – ante el pueblo de París, 13 altos responsables de la Orden reconozcan su culpabilidad y acepten la «perpétuelle prison».
Todo está decidido de antemano. Los Cardenales dictan sentencia el 19 de marzo de 1314. Jacques de Molay, subido a un podio en la explanada delante de la iglesia de Notre Dame, escucha la sentencia que es la cadena perpetua. Se espera del Gran Maestre un silencio en señal de sumisión, aceptación de su culpabilidad y acatamiento de la sentencia. Pero en contra de todo pronóstico Jacques de Molay se revuelve. Se levanta y pide hablar. Se rebela y no acepta reconocerse culpable, ni él ni la Orden. Se desdice de su confesión anterior que le fue arrancada con suplicio y pide perdón a Dios por haber aceptado entonces denigrar a la Orden. Proclama ahora en público la inocencia de los Templarios. El Comendador de Aquitania sigue ahora a su Gran Maestre.
Los Cardenales, en línea con Pilatos, entregan a los condenados al preboste de París que los pone en prisión. El Rey queda informado de inmediato. Sabe que se precisa una decisión rápida y Nogaret consigue reunir el mismo día el Consejo Real en el palacio, el cual decide ejecutarlos, después de todo, Rey es juez.
Y ese mismo día, al atardecer, Nogaret ha conseguido preparar la hoguera.
Jacques de Molay y el preceptor de Normandía Geoffroy de Charnay son conducidos a una pequeña isla en el río Sena de París donde se prepara el suplicio. Molay sube a la hoguera instalada en la isla de los judíos, detrás de los jardines del palacio del rey en la Cité, pide que le desaten las manos para poder juntarlas y rezar.
Es el 19 de marzo de 1314, otros 113 templarios le habían precedido en la hoguera en 1310.
«Dieu vengera notre mort”
Dijo Molay y a continuación ya atado al poste pidió que le tornaran para ver Notre Dame y morir mirando al Oriente. Y desde allí maldice a quienes han perjudicado a la Orden. Y predice que el Rey, su ministro el canciller real Guillaume de Nogaret y el Sumo Pontífice Clemente V morirán antes de que pase un año.
«Pape Clément ¡
Roi Philippe¡
Avant un an, je vous cite à paraître au tribunal de Dieu pour y recevoir votre juste chatîment¡
Maudits¡ Maudits¡
Tous maudits jusqu’a la trezième génération de vos races¡»
Y se verifica.
El Papa, el Rey y Nogaret, los tres mueren antes de pasar un año.
Gran lección de historia como siempre. Gracias,
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Excelente historia hermano. NSL.
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